Quien fuera un niño, al que le quitan un dulce, para llorar por minutos; y segundos después reír como loco. Quien tenga esta capacidad, es porque no ha podido madurar
Llueve sobre el campo verde... ¡Qué paz! El agua se abre y la hierba de noviembre es de pálidos diamantes.
Se apaga el sol; de la choza de la huerta se ve el valle más verde, más oloroso, más idílico que antes.
Llueve; los álamos blancos se ennegrecen; los pinares se alejan; todo está gris melancólico y fragante.
Y en el ocaso doliente surgen vagas claridades malvas, rosas, amarillas, de sedas y de cristales...
¡Oh la lluvia sobre el campo verde! ¡Qué paz! En el aire vienen aromas mojados de violetas otoñales.
La primavera besaba suavemente la arboleda, y el verde nuevo brotaba como una verde humareda.
Las nubes iban pasando sobre el campo juvenil... Yo vi en las hojas temblando las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido, todo cargado de flor -recordé-, yo he maldecido mi juventud sin amor.
Hoy en mitad de la vida, me he parado a meditar... ¡Juventud nunca vivida, quién te volviera a soñar!
Algunas veces encuentras en la vida una amistad especial: ese alguien que al entrar en tu vida la cambia por completo. Ese alguien que te hace reír sin cesar; ese alguien que te hace creer que en el mundo existen realmente cosas buenas. Ese alguien que te convence de que hay una puerta lista para que tú la abras. Esa es una amistad eterna… Cuando estás triste y el mundo parece oscuro y vacío, esa amistad eterna levanta tu ánimo y hace que ese mundo oscuro y vacío de repente parezca brillante y pleno. Tu amistad eterna te ayuda en los momentos difíciles, tristes, y de gran confusión. Si te alejas, tu amistad eterna te sigue. Si pierdes el camino, tu amistad eterna te guía y te alegra. Tu amistad eterna te lleva de la mano y te dice que todo va a salir bien. Si tú encuentras tal amistad te sientes feliz y lleno de gozo porque no tienes nada de qué preocuparte. Tienes una amistad para toda la vida, ya que una amistad eterna no tiene fin.